domingo, 5 de junio de 2011

ORIGEN DE LAS CIENCIAS SOCIALES

Las ciencias sociales proporcionan horizontes de sentido a nuestra acción en un mundo que es hoy local y global. La especie humana se distingue por la conciencia de historicidad relacionada con la certidumbre de la muerte. Compartiendo muchos rasgos comunes con la célula primitiva, con los/as mamíferos/as y con los/as primates, el homo/femina sapiens – demens se diferencia por la cultura, que es ante todo lenguaje y sirve para habitar el mundo con memoria, sentido de presente y de perspectiva, a veces en paz, otras en perjuicio de la naturaleza y de los otros/as. Dicha cultura se organiza a través de sistemas e instituciones de acción social, en condiciones determinadas por espacio y tiempo.

La cultura de ese humus erectus que somos es depositaria de la tradición y más compleja que el genoma , del cual se dice que su alfabeto tiene 3.4 mil millones de letras . Más frágiles que otros organismos y más dependientes nuestro devenir depende no sólo de la información genética sino de la información cultural, incorporada en la memoria, en la escritura o en el computador para renovar la vida humana de generación en generación por la formación y por la experiencia.

Toda sociedad se piensa con un saber social más o menos elaborado para organizar las interacciones pautadas entre los sujetos que componen una población en tiempos y espacios dados. Las comunidades indígenas resumían en los mitos el saber sobre el cosmos legado por sus antepasados. Los mitos se escenificaban en los ritos mediante un sistema mnemotécnico de correspondencias inscrito en el cuerpo por la música, la danza y la poesía, en un juego de armonías con la naturaleza, la casa y el cosmos, pensado como un orden cíclico . Por su parte el saber social moderno del cual somos herederos se remonta al ascenso del patriarcalismo y en especial a los griegos, quienes inventaron una forma de interrogar a la naturaleza y a la sociedad en la conversación ciudadana y en el diálogo académico. Luego el cristianismo forjó en los monasterios un modo de guardar y transmitir la cultura, difundida después por las universidades en las primeras ciudades en el albor de los estados y las naciones modernas.

El renacimiento y la modernidad significaron la aparición de las ciencias sociales, las cuales adquirieron su estatuto de ciencias cuando el orden social dejó de pensarse como algo preestablecido por una providencia o cuando, destronada la realeza, la sociedad dudó de sus principios y distintas fuerzas propusieron diferentes formas de construir un nuevo orden social. Dentro de la matriz de la teología y de la metafísica surgieron la filosofía y la pedagogía modernas, esenciales cuando las sociedades asumieron que la construcción o el mantenimiento de un orden dependían de la formación de los sujetos y no sólo de la herencia. Las primeras utopías modernas, la de Moro y la de Bacon, soñaron sociedades regidas por la educación o por la ciencia.

Tras la filosofía y la pedagogía aparecieron la historia y la geografía como disciplinas indispensables en la construcción de los estados nacionales, ya presentes desde la constitución de los primeros imperios y ahora estimuladas por las nuevas conquistas y la expansión mundial. La estadística, la demografía y la economía maduraron en el siglo XVIII cuando los estados enfrentaron dilemas de producción y distribución de la riqueza. En el siglo XIX emergieron la antropología, la sociología, la psicología, la lingüística y el estudio crítico de la literatura. En el siglo XX irrumpieron la ciencia política, la semiología, la profesión del trabajo social y otros saberes y técnicas relacionados con la compleja división del trabajo y con derechos sociales y civiles llamados de tercera y cuarta generación: en el siglo XVII habían aparecido los civiles, en los dos siguientes los políticos, entre el XIX y el XX los sociales y desde hace algunas decenas los culturales.

Las ciencias sociales definieron su perfil con una ambivalencia frente a las ciencias naturales encarnadas en las figuras de Newton, Lavoisier y Linneo, Darwin y Carnot. Las corrientes positivistas consideraron al hombre como una prolongación de la naturaleza, sujeto a leyes y a cálculos matemáticos. Los idealistas insistieron en la historicidad del ser humano, en su capacidad simbólica y en método hermenéutico para comprender los símbolos y significados. A ellas se sumó la teoría marxista como tercera opción relacionada con la comprensión de las luchas sociales y la transformación de la sociedad.

Si en el siglo XIX hubo una oposición nítida entre las tres directrices, en el siglo XX las mejores teorías han sido aquellas capaces de integrar lo natural y lo simbólico, lo técnico o lo económico con lo expresivo y ético, la teoría pura y la praxis técnica o instrumental.

Después de 1950 aparecieron teorías integradas de las ciencias sociales caracterizadas por una ductilidad epistemológica y transdisciplinaria. Ello ha ocurrido en ámbitos como los estudios culturales, la comunicación, la riqueza y la pobreza, el género, la ecología, el análisis del lenguaje y de la literatura, saberes que integran distintas disciplinas, manejan altísimos niveles de formación e información, combinan lo cuantitativo y lo cualitativo, lo estructural y lo histórico y despliegan refinadas teorías, métodos y técnicas.

Aunque el saber de las ciencias sociales siempre será histórico y en estado de creación y de crítica, en las próximas décadas pueden esperarse avances tan notables como los que ocurren en el desciframiento del genoma o en la física, necesarios para equilibrar el saber hacer tecnológico con un saber social inspirado en el principio ético de defensa de la vida. Con toda razón, el pensamiento filosófico contemporáneo es escéptico frente a nociones antes indisputables como el progreso: muchas experiencias han mostrado lo impredecible y caótico de las sociedades. Teorías absolutas animadas de buenas intenciones han llevado a las sociedades a catástrofes. Mientras seamos seres históricos, el conocimiento, aunque precioso, jamás será absoluto. Menos el social, tan necesitado de controversias razonadas, porque mediante ellas la ciencia avanza hacia unas relativas certidumbres, tanto más tratándose de las propias del saber humano de cada ser- siempre asombroso - y, mucho más en su entramado social siempre en riesgo, complejo y tantas veces laberíntico.

http://www.cespro.com/Materias/PREICFES/ICFES/ciencias_socialesIntrod.htm